El amor está en la base del trabajo de un profesor
“El mejor profesor del mundo de 2019 es franciscano y tiene un club de ciencia en la Kenia más remota”; “Un maestro de un pueblo remoto de Kenia, elegido mejor profesor del mundo”; “Peter Tabichi, el profesor que dona la mayor parte del salario a sus alumnos más pobres y que recibió el Nobel de la educación”; “Mejor profesor del mundo con solo un ordenador”; “Peter Tabichi, franciscano; científico y el mejor maestro del mundo que busca hacer de sus alumnos ciudadanos globales”; “Tabichi: un buen ejemplo”…
Estos fueron algunos de los titulares de prensa que se publicaron cuando se conoció que un profesor de un pequeño pueblo de Kenia había sido galardonado con el Global Teacher Prize, premio que cada año desde 2014 entrega la fundación Varkey de Dubái y que pone en valor el trabajo de los maestros. Unos titulares que, sin duda, dicen mucho del tipo de persona que es Peter Tabichi. Detrás del título de “Mejor profesor del mundo 2019” se esconde un hombre sencillo, de 36 años, religioso franciscano, que imparte clases de matemáticas y física en Keriko Secondary School, un colegio de Pwani (Kenia).
Este religioso comenzó dando clases en un centro privado, pero pronto vio que su lugar estaba en una comunidad más pequeña y con mayores retos. Ahora la mayoría de sus estudiantes provienen de familias pobres que sufren todo tipo de carencias. Tabichi se dedica, casi a tiempo completo, a sus alumnos y a los proyectos de la comunidad para los que dona el 80% de su salario. Para este franciscano ser un buen maestro es ser “creativo, abrazar la tecnología, promover formas modernas de enseñanza. Hacer más y hablar menos”.
Su presencia en la inauguración del XV Congreso de Escuelas Católicas “#Magister. Educar para dar vida” es, además de un honor, una oportunidad para visibilizar la labor que realizan tantos y tantos maestros en el mundo, y tomar conciencia de que hoy la educación tiene problemas y desafíos globales para los que hay que buscar soluciones conjuntas.
En el vídeo con el que se presentó a este premio, considerado como el Nobel del profesorado, Tabichi muestra una escuela donde a pesar de contar con pocos recursos se anima a los estudiantes a experimentar y a tener altas expectativas. A su juicio, las ciencias juegan un papel básico en la formación y está convencido de que África va a producir científicos, ingenieros y empresarios que harán carrera por todo el mundo. La clave: “aprovechar su curiosidad, su talento e inteligencia, y la creencia de que tendrán oportunidades”.
Tabichi se impuso a otros 10.000 profesores de todo el planeta que optaban a este galardón dotado con un millón de dólares y que él invertirá en sus alumnos. Recientemente visitó Chile y allí, ante un auditorio lleno, expresó una idea que seguramente también se va a escuchar mucho en el Congreso de Escuelas Católicas: “el amor está en la base del trabajo de un profesor”.