Escuchar para educar. Educar para escuchar
“Soy docente, escribo e investigo sobre educación y aprendizaje de la matemática. Dedico mi vida a ESCUCHAR a los niños y persigo, para el avance educativo, un cambio radical de estado mental y nivel de consciencia”. Así se define José Antonio Fernández Bravo, doctor en Ciencias de la Educación que se encargará de la ponencia inaugural del XV Congreso de Escuelas Católicas “#Magister. Educar para dar vida”. Él abrirá foco, el foco que metafóricamente aparece en el cartel del congreso, con objeto de proyectar la luz que permitirá dibujar, a lo largo de tres días, a ese maestro que educa para dar vida, que considera la empatía un valor fundamental para enseñar, tal y como sugiere Fernández Bravo.
Ponente de prestigio, conocido y reconocido por su reciente intervención en “Aprendemos juntos”, Fernández Bravo está convencido de que no habrá aprendizaje donde no haya desafío que provoque en el alumno una necesidad de “querer conocer”. Por eso considera fundamental “escuchar al niño para educar” y “educar para escuchar”, construyendo así la escuela que no existe para el alumno que no llega.
Muchos expertos coinciden en que hoy una de las destrezas más importantes para los docentes es saber escuchar. En palabras de Mar Romera, pedagoga y psicopedagoga especializada en inteligencia emocional, “un buen profesor es un buen comunicador y, curiosamente, el buen comunicador es aquél que sabe escuchar”. Ella cita expresamente a Fernández Bravo para insistir en esta idea. La escucha “es la gran herramienta de la educación, porque, como dice José Antonio Fernández Bravo, es necesario enseñar desde el cerebro del que aprende y no desde el cerebro del que enseña”.
Esa es su manera de entender la educación. José Antonio Fernández Bravo defiende que se debe enseñar desde el cerebro del que aprende, lo que implica escuchar, ponerse en la piel del alumno y entender que “en lo que dicen los niños hay siempre un por qué lógico”. Incluso va más allá, y habla también de escuchar a los compañeros de claustro, a la sociedad, y a uno mismo.
Su pensamiento pedagógico se basa en ocho principios o acciones que muestran un compromiso con el alumno y con implementar una estrategia que habla, en definitiva, de amar al alumno. Son los siguientes:
- Provocar sonrisas en el que aprende.
- Abrir nuestra mente para ESCUCHARLES.
- Entender sus preocupaciones, sus ilusiones y sus necesidades.
- Despertar la curiosidad y las curiosidades.
- Lograr que crean en sí mismos.
- Conseguir que sean los creadores de algo y que sean conscientes de ello.
- Desarrollar un pensamiento crítico y positivo.
- Permitir que participen con el mundo, que dialoguen con el universo, haciendo uso de: la claridad, el empeño, el trabajo y el amor.
Amar al alumno y buscar el desarrollo integral de la infancia son dos de los objetivos que persigue el equipo de personas que trabajan en el Centro Pedagógico Fernández Bravo en que el ofrecen formación partiendo de la “metodología de la vocación” y de la filosofía que defiende Fernández Bravo: aprender a escuchar y enseñar desde el cerebro del que aprende.
Un lujo contar en la inauguración del Congreso con profesor que es maestro de aula, maestro de maestros y, además, un gran comunicador.